miércoles, 11 de julio de 2007

La última factura



Es un clásico. Siempre que alguien lleva facturas (lo mismo se aplica a las porciones de una torta) a la oficina, se cumplen varios ciclos casi invariantemente:


  1. La persona deja, en un lugar al alcance de todos, el paquete de facturas y exclama algo como "traje facturas, sírvanse".

  2. Luego, lo abre para que los demás se puedan servir, y se sienta en su lugar.
    Rara vez esta persona toma a primer factura, porque sería una ofensa.

  3. El resto de la gente felicita/saluda/agradece a la persona en cuestión, y mira con ganas el paquete.

  4. El paquete se mantiene ahí, inmaculado, durante aproximadamente veinte minutos.

  5. Luego, pueden pasar dos cosas:


    • Un valiente osa destruir el santuario y tomar la primer factura, que no es la mejor ni mucho menos, porque la eligió rápido.

    • La persona que llevó las facturas toma la primera, y dice en voz alta algo como "¡vamos, agarren!". Acto seguido, los demás se levantan lentamente, como peregrinando hacia el paquete.


  6. Ahora, luego de haberse roto el hielo, van llegando comensales a intervalos que bien podrían describirse por un proceso de Poisson.

  7. Cuando se aproxima el ocaso del paquete, baja la concurrencia, hasta que queda solamente una factura.

  8. La factura sigue ahí...

  9. La gente ignora sistemáticamente esa última factura, aunque tenga hambre.

  10. De repente, al mirar de nuevo, ya no queda una factura, sino media. ¿Cómo es que sucede algo así?

  11. Días más tarde, alguien se apiada de esa media factura, la abolla junto con el paquete, encontrándole un lugar mejor en el cesto de la basura.



Si esto nunca les sucedió:

  1. No son argentinos.

  2. No trabajaron nunca en una oficina.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo el texto de la factura! Generalmente la factura (o también se aplica a las masas) suele ser la más fea o exótica. Quizás no sea solo por verguenza que nadie agarra la última factura, quizás también pase por el hecho de que nadie quiere lo que otro despreció...

mARiote dijo...

Es verdad lo que escribís.
Me incluyo dentro del selecto grupo de profanadores de santuarios, pero suelo elegir una de calidad.
Si necesitás pruebas de esto, simplemente comprate unas facturas y venite para la oficina.