Café con sabor amargo
Y no por falta de azúcar, sino por el anonimato que implica limpiar una oficina en horarios en los que no hay nadie trabajando. No quiero imaginar las cosas que esas personas, que para muchos de nosotros no existen porque nunca las vemos, hacen mientras limpian una oficina. Aunque en ocasiones no me ha quedado más remedio que imaginar automáticamente qué pudieron estar haciendo. Recuerdo que, hace como cinco años ya, al sentarme en mi escritorio vi sobre mi teclado un hermoso rulito (vello púbico), y todos pueden imaginar cuál fue la imagen mental que evoqué.
Esta vez, y ya es la segunda vez que me pasa lo mismo en dos empresas diferentes, al llegar hoy a mi lugar de trabajo, encuentro mi taza favorita (negra y blanca de Okko) rota. Así es que tomé el café de la mañana en una taza genérica, y a pesar de haberle puesto la misma cantidad de azúcar que de costumbre, el sabor no fue el mismo.
1 comentario:
Jajajaja muy buena anecdota
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